martes, 8 de mayo de 2007

EL TREN DE LA MINA


Han pasado 3 años del comienzo de las obras del Trambesòs. La primera piedra fue colocada por Joan Clos y Artur Mas, entonces conseller en cap. La inauguración del nuevo tramo ha sido por parte de Jordi Hereu, el actual alcalde de Barcelona. Y es que, estas nuevas cuatro paradas eran necesarias. Según el señor Hereu. Aunque pronto se le puso en jaque. No por los periodistas, que en realidad eran corderitos siguiendo a su pastor, vigilados de cerca por los perros lazarillos que repartían el dossier de prensa; no, lo logró un individuo de complexión fuerte, tejanos oscuros, camisa blanca rayada, gafas de pasta negras y sin ningún pelo de tonto. ¡Mentiroso!-gritaba en medio de la conferencia de prensa, en Sant Joan Baptista, última parada de las inauguradas por su excelentísimo alcalde Joan Hereu. Pero, ¿quién es este tipo? Decido ir en su busca tras el abucheo general del pueblo llano presente.
Disculpe,¿qué tiene en contra del alcalde? Es un cabrón, yo era su guardaespaldas y me despidió. Le costaba seguir el orden lógico de las palabras y su inseguridad para sostenerse de pie me hizo sospechar que tan solo quería llamar la atención. Mala suerte, sus palabras no se sostienen, no podré publicarlo en el tomate. Sigo de cerca las declaraciones de Hereu. Nada especial. Todos aplauden, cuatro sonrisas, dos besos a niños y para casa. Como cualquier inauguración de las muchas que lleva en las últimas semanas.
Me dirijo a un bar cerca de esta estación, El bullit de Sant Adrià. Pido un café con leche corto y hecho un vistazo en dirección al lavabo. La imagen me sorprende, en una de las paredes cuelgan fotografías originales del barrio y de su antiguo tranvía. Tras la limpieza de manos posterior le pregunto a la María por las instantáneas. Son de mi abuelo- me comenta- siempre hemos sido del barrio.- Como ve la inserción del nuevo tramo?¿Verá aumentada la clientela? La María me dice que no nota diferencia alguna y que a los únicos que les beneficiará será a los vecinos de Sant Martí. Ya no tendran que cruzar La Mina. Claro, se ahorraran la angustia de mirar de reojo mientras caminan ligeros hacia sus vecinos de más allá del Besòs.
Bolígrafo en mano me dirijo hacia la zona más conflictiva de la ciudad. Donde nadie se atreve a pasar y mucho menos tomarse algo en cualquiera de sus bares tan hospitalarios como étnicos, La Mina. El Jose, que regenta uno de estos bares, me comenta que no le gusta el nuevo tren. La Amaya, gitana respetada ya por su edad, le interrumpe con su voz característica- yo tengo mucho miedo, esto es muy peligroso, mis niños juegan cerca de las vías y no hay seguridad alguna. Punto para la Amaya. Esto tendrían que vallarlo cualquier día nos matan a alguno.
Mientras me despido del señor Jose se me acercan unos niños y me enseñan sus juguetes: un balón de fútbol, una muñeca sucia y unos cuantos cartones. Son felices, libres, cariñosos. De verdad que deseo que este nuevo tranvía mejore la zona. Tras un caluroso abrazo de la chiquilla sole, me marcho pensando en el peligro y la poca seguridad de estos niños y lo mal hechas que están las cosas.